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Café de la Luz

  • Foto del escritor: Mery
    Mery
  • 17 jun 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 5 ago 2019


Calle de la Puebla, 8, 28004 Madrid

No se si en alguna ocasión habéis leído una novela y os ha marcado demasiado. Tanto como para querer visitar cada lugar donde los personajes viven esa aventura que crees que eres parte de ella solo por haber sentido tanto leyendo sus páginas.


Cuando localicé el Café de la Luz no lo pensé y deseé con ganas ir a conocer este lugar con encanto. Salía en aquella novela que me lleno tanto, que me hizo reír y llorar varias noches seguidas y que me enamoró aún más de la lectura. En alguna de sus páginas es nombrada. Aunque la escena que vivían aquellos personajes es algo distinta a la que vivieron ellos; los personajes reales.




En una, dos personas se reencuentran tras unos años sin saber el uno del otro. Dos personas donde un día una chispa encendió una llama que ellos creyeron apagada, pero en realidad reavivaron en aquella cafetería tras ponerse al día de sus vidas y decidir que la puerta seguía abierta. La otra escena, algo más real, es sobre dos personas que se reencuentran después de muchos años sin verse, sin hablar, sin apenas saber el uno del otro. También hubo una llama hace tiempo que él decidió apagar pero que ella quiso mantener viva hasta que no le quedaron ganas, ni leña para mantenerla y decidió que esa puerta que había mantenido abierta con esperanza era hora de cerrarla. Así fue. Seis años son muchos años para creer que se abriría en dos horas. El pasado se perdona pero no se olvida .



Recordaron buenos momentos en alto y los malos en silencio. Ella se marco una prueba para aquel día. Quería saber si estaba curada. Curada de un amor que le marco tanto como aquella novela. Si la llama seguía apagada o por el contrario quedaba algún rescoldo. Pero fue tal como ella creyó que sería. Tal como su cabeza había dibujado como sería ese momento, sentada en aquella cafetería de Malasaña con un café delante y una porción de su tarta favorita. Con él mirando sus ojos, contándole lo mismo que vivió años atrás, pero sin entrar en detalles. Entonces se dio cuenta que la puerta seguía cerrada, la llama apagada, el perdón presente, el olvido no llegaba y la enfermedad había desaparecido.


Terminaron con una sonrisa. La de él sincera, la de ella algo forzada. Miraron al cielo, buscaron la calle que les volvería a separar los caminos. Ella miro hacia atrás, pero solo vio el cartel de aquella cafetería que le recordó a un libro. Pensó en volver, una tarde de otoño, invierno, primavera o quizá verano, con su libro, con sus musas, pero no con él. Él no entraba en su pensamiento de compartir ese momento.



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