El Kiosko
- Mery
- 1 feb 2019
- 2 Min. de lectura
ELLA salia todas las mañana con su gran compañera Puska de color canela que tiene cuatro patas.
ÉL recorría un buen tramo para comprar el periódico donde sabía que se cruzaría con ELLA y el brillo que desprendía le acariciaría su rostro.
ELLA ocultaba su mirada bajo unas gafas de sol para disimular que sus ojos solo le veían a ÉL.
ÉL no se cortaba en girar la cabeza cuando notaba que ELLA aparecía por la esquina.
ELLA hacía que leía los titulares de las revistas de aquel kiosko que era su punto de encuentro, pero en realidad solo quería sentir el olor a madera y a cítricos que le envolvía a ÉL.
ÉL dejaba que ELLA se marchara primero para poder ver como se alejaba contoneando sus caderas a cada paso que daba.
Aquella mañana, de aquel domingo, de aquel mes de mayo, cuando los dos se encontraron en aquel kiosko, la lluvia que amenazaba con caer, les dio un buen azote comenzando a diluviar como si no hubiera un mañana. El cielo, cansado de ver como cada día todo se quedaba en miradas y señales que después se desvanecían, hizo que aquel día casualmente solo ELLA llevara un paraguas. Al ver que ÉL no podría salir del pequeño tejadillo de aquel lugar, cogió a su pequeña compañera en brazos y le ofreció a ÉL cobijarse junto a ella en aquel paraguas de color verde.
Los dos se miraron, sonrieron y se saludaron por primera vez. Caminaron juntos varias calles donde no faltaron las palabras de complicidad y cuando quisieron darse cuenta la lluvia había dejado de caer hacía bastante rato, pero ELLOS ya no se separaron jamás.

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